- julio 25, 2017
- in Sin categoría
- by Marta Portero
- Tags cambio profesional, Empleo, Metaplacement, Outplacement, Recolocación, transformación
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[:es]¿Alguna vez has necesitado un cambio profesional y no has sido capaz de dar el paso por miedo? ¿Has preferido quedarte donde tenías seguridad, aunque tu trabajo no te motivara? ¿Piensas que tu vida podría ir a mejor si tomaras una decisión, pero la idea se desvanece cuando tienes la oportunidad de hacerlo?
Quizá hayas agradecido quedarte sin trabajo para luchar por tus sueños y hacer aquello que siempre quisiste. Quedarte sin trabajo y empezar a pensar en todo aquello que te hacia feliz, te motivaba, te gustaba… Si esto es así, ¿por qué esperamos a que otros tomen la decisión por nosotros para empezar a plantearnos objetivos y perseguir nuestros intereses?
Paula era dependienta de una tienda de ropa de moda femenina. Siempre había trabajado en el comercio y no sabía hacer otra cosa (o eso pensaba ella). No era consciente de que siempre acababa formando a todas las trabajadoras nuevas que iban entrando en la tienda, gracias a sus habilidades comunicativas, su paciencia, su empatía, su tolerancia… Además, cuando esto ocurría, el tiempo pasaba más rápido y cuando terminaba su trabajo, se iba a casa con una sensación más positiva a la que normalmente tenía.
Sin embargo, ella soñaba y fantaseaba con otro tipo de empleo donde no trabajara los fines de semana, tuviera mejores horarios y no tuviera que “aguantar” a las clientas. Necesitaba un cambio y lo sabía, pero ella seguía yendo cada día a su trabajo y cada día era peor. No sabía qué otra cosa podía hacer o a qué otra cosa se podía dedicar y así, se le escapaba el tiempo y con ello la vida. Los días pasaban en la tienda y Paula se sentía vacía, rutinaria, aburrida, deseaba cambiar, pero estaba acomodada.
Un “buen” día, su jefe apareció por la puerta informándola de que debían cerrar la tienda porque las ventas no eran buenas desde hacía tiempo y prescindirían de ella definitivamente.
La noticia llegó de repente y, por un lado, se sentía liberada, pero, por otro, estaba aterrada. Le asaltaban infinidad de preguntas, dudas e incertidumbres que fueron desapareciendo cuando empezó a identificar las cosas que le gustaban y le hacían sentir bien y poco a poco fue definiendo su objetivo. Identificó las carencias que le impedían llegar a su objetivo y poco a poco pudo ir eligiendo su camino, tomando decisiones, pidiendo consejos y aportando soluciones que la fueron permitiendo recuperar la felicidad que había ido dejando abandonada por los rincones de la tienda.
Pero ¿por qué Paula no tomó la decisión antes?
¿Por qué nos aferramos tanto a las cosas, aunque nos alejen de la felicidad? ¿Por qué nos cuesta tanto tomar la decisión que indiscutiblemente me libere y me haga sentir mejor?
¿Qué pasa cuando empezamos a plantar cara y a luchar por lo que realmente queremos?
Los miedos están, pero los vamos venciendo, y cuando esto sucede, nos sentimos poderosos y orgullosos de nosotros mismos pues nuestra apuesta funciona. Tomar decisiones nos hace valientes y nuestra actitud ante nuestra decisión es completamente diferente a la actitud cuando no soy yo el que elijo.
Hoy Paula, ha completado su formación en Retail y es formadora de dependientas. Agradece a su jefe que tomara esa decisión que la hizo salir de donde estaba, y tiene muy claro que seguirá luchando por las cosas que realmente la hagan crecer como profesional y como persona.[:]
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